Continuación de la entrada anterior.
El día del primer concierto estaba bastante tranquila, aunque no sabía qué podía pasarme en el escenario, con las luces y la gente. De cualquier manera, tenía que hacerlo.
Cuando llegué, la directora me dijo que íbamos a probar la mejor manera de llegar cierta nota aguda. Le dije que cuando ensayaba a veces me salía bien y a veces no, y le pedí que si me salía mal, que por favor al día siguiente cantara otra persona porque no quería volver a pasar ese estrés. Me dijo que no me preocupara, que los conciertos son una lotería y que a veces las cosas salen mal, que disfrutara y listo.
-El tema es que no lo estoy disfrutando.
-¿No lo estás pasando bien?
-¡¡NO!! Esto es una tortura para mí.
-Ah, no, entonces no sirve.
Me dijo que había pensado también en otra chica y que iba a probar con ella. Mientras tanto, todos me preguntaban cómo estaba y me daban consejos, y yo no les quería decir que todavía no sabía si iba a cantar. Mi reemplazante llegó muy tarde y finalmente quince minutos antes de empezar la directora decidió que cantara ella ya que no se ponía nerviosa, ya había cantado otras veces como solista y tiene un registro que le permite llegara mejor a las notas agudas. Me sentí aliviada pero por otro lado me puse peor que si hubiera tenido que cantar porque #gataflora.
Cuando subimos al escenario vi que no había mucho público y pensé que capaz que podría haberlo hecho tranquilamente. Mientras mi compañera cantaba (era la primera obra) me arrepentí, ella era la heroína y yo la fracasada, la que no sirve, la cagona, y todos los adjetivos negativos que se les ocurran. Me sentí culpable porque en vez de decir que no desde un principio, aseguré que iba a poder hacerlo y a último momento obligué a la directora a hacer cambios y a mi compañera a cantar sin estar preparada. Me dio bronca que me guste cantar y no poder hacerlo. A duras penas pude cantar entre el nudo en la garganta y las lágrimas a punto de caer. No disfruté nada y volví a mi casa llorando.
Al día siguiente ya se me había pasado la culpa y la bronca, y llamé a mi mamá para avisarle que esa noche no fuera a verme ya que no iba a cantar y le conté lo que pasó:
-Qué estúpida que sos, ahora todos van a creer que no sabés cantar, ¿Por lo menos dejaste en claro que no cantaste por los nervios y no porque sos desafinada?
Imaginen cómo puede estar mi psiquis después de 35 años de presiones así, Aunque no sé si es peor que mis padres me sigan presionando o que a mí me siga afectando.